Sunday, December 7, 2008

Un poema de David Lago González

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La begonia gigante

Yo era un gusano a la sombra de su hoja.

Gusano feliz. Sombra fresca. Enorme hoja

que cubría mi palmo de tierra.

Tampoco era que estuviera a salvo del todo,

pero me desenvolvía con cierto desenfado,

incluso hasta con algo de desparpajo, bajando

y apareciendo desde las catacumbas

donde los gusanos solemos buscarnos la vida como nos viene,

gusaneando con éste, con aquél, quejándonos de todo,

si llueve porque llueve, si no llueve

porque hasta la sombra se calienta

y nos escalda como a pollos para el desplume.

Ah, nuestra piel es tan fina...

A pesar de nuestra apariencia poco edificante,

somos de noble cuna, y más fiables que los pesticidas

porque en subsistir y pretender vivir arriesgamos la vida.

Nuestra casa es modesta, pero, para lo que hay, confortable.

La inmensa begonia lustrosa da gusto mirarla desde abajo

y he escalado hasta su envés: reluce como madera encerada.

El interior, tierra traída del campo:

incluso a veces transfiere sorpresas,

llantenes que rebrotan, plantas silvestres,

y también lo que se llama “mala hierba”,

pero puesto que hasta en ese horrible mundo de los hombres existen,

debemos conformarnos.

Las paredes... Las paredes, digamos que son delicadas,

pero no por sus nobles materiales.

Es un barril aserrado por su mitad,

montado sobre algunas patas tomadas del resto.

Contenía manteca de cerdo de dudosa procedencia

(algunos torpes gusanos dicen que es de oso de los Urales,

pero yo, como soy un gusano inteligente, pienso

que eso haría al producto infinitamente más caro,

y los gusanos no nos merecemos tanto.)

Como la madera sí es indescifrable, el trópico la pudre con rapidez,

y a veces sufrimos la fractura de algún puntal.

Nuestro dueño ―un triste idólatra de las plantas―

recurre nuevamente al soborno para hacerse con otro barril,

lo sierra y nos transplanta a todos.

Ah..., begonia nueva, naciente vida;

otra vez a buscar a los amigos: algunos murieron, otros escaparon.

Otros, seguimos arrastrándonos.

Sólo ciclos, todo normal. Nada trágico.

(Madrid, 17 de marzo de 2004)

© 2004 David Lago González

Foto: Ernesto G.

3 comments:

Zoé Valdés said...

Excelente, bello, me gusta mucho la poesía de David Lago González, y sus crónicas son estupendas.

David Lago González said...

Ah, gracias Ernesto. Ya veo ahora que lo colgaste.

Gracias, Zoe.

Ernesto G. said...

Zoe, la poesía de David es excelente.

David, es un honor para mí.